Sunday, December 03, 2006

Amor al prójimo

Hoy tenemos, hoy damos

En la década del sesenta era una bella modelo de clase acomodada, aparecía en películas y se codeaba con figuras del espectáculo. Hoy esa misma mujer tiene una existencia austera y su vestimenta parece la de una monja, aunque ella no lo es. Vive en una casa rodante viajando por el país asistiendo a comunidades indígenas olvidadas, dando de comer, curando y construyendo casas, hospitales y escuelas.

Natty Petrosino, de 67 años, cuenta que una grave enfermedad hace casi cuatro décadas la hizo "descubrir a Dios" y la cambió para siempre. Desde su ciudad natal Bahía Blanca, a 660 kilómetros al sur de Buenos Aires, fundó una red de hogares para ayudar a pobres, enfermos y discapacitados en toda Argentina. Luego decidió dedicarse exclusivamente a los pueblos aborígenes.

Natty ha hecho su trabajo a pulmón, sin el amparo de institución alguna. La difusión boca a boca de su labor le ha reportado numerosas donaciones y colaboraciones de todo el mundo. Ahora es la única latinoamericana nominada al premio internacional "Mujer del Año", dotado con 20.000 euros y que se entrega en la ciudad de Aosta, noroeste de Italia.

Antes de viajar a Europa, Natty, a quienes algunos consideran la "madre Teresa" argentina, habló con BBC Mundo sobre su transformación y su misión de ayuda a los desamparados.

¿Cómo ocurrió esa transformación tan radical en su vida?
Tuve una enfermedad grave, un cáncer en el oído medio bastante comprometido, y durante la operación estuve muerta unos segundos. En ese tiempo que pasé del otro lado, me di cuenta de que la vida no era lo que yo conocía, sino que más bien había que vivir intensamente sirviendo a los demás.

Usted tiene esposo y dos hijos. ¿Cómo les dijo que quería salir a "hacer misión" y cómo reaccionaron?
Mis hijos eran pequeños. Cuando yo lo comenté, mi esposo se puso contento porque vio que yo salía de la depresión en la que estaba. Tomé en serio el Evangelio y empecé a meter en mi casa a todo vagabundo, madre soltera y prostituta que había en la calle. Avisé a la policía y a los hospitales que si encontraban a algún desamparado me llamaran.

Metí en mi casa a todo el que no tenía donde estar. Era en un barrio residencial, con piscinas, y la gente se asombraba de ver "cosas raras" en lo de los Petrosino. Mi esposo pensó que era como un hobby y se me iba a pasar. Veía que yo tenía alegría y me dejó hacer. No se daba cuenta de que estábamos entrando en un camino angosto hacia Dios.

Se la ve vestida como monja, llevando una cruz en el pecho. ¿Por qué?
Yo tenía tanta ropa... La regalé toda y empecé a usar lo que donaban. Y comencé a usar guardapolvos blancos, que llegaban grandes. La cruz es porque estoy enamoradísima de mi Señor.

¿Qué particularidad tiene su labor de ayuda en relación con otras similares?
Nuestra tarea es bastante diferente, porque desde que regresé de la muerte me propuse vivir el Evangelio sin quitarle ni añadirle nada. He renunciado a todo para vivir simplemente de la caridad. Nosotros hemos llegado a dar de comer a 7.000 personas por día sin contar con subsidios. Para la ley terrena nunca hemos existido. No tenemos personería jurídica, ni ningún convenio con el Estado; tampoco cuentas bancarias ni dinero guardado. Creo que ahí está la diferencia. Hoy tenemos, hoy damos. Y esperamos de la providencia para mañana.

¿De dónde viene el dinero, los alimentos y los suministros con los que se ayuda a los desamparados?
Nosotros jamás nos preocupamos por eso. Llega solo. La gente se va enterando y trae cosas permanentemente. Yo ni siquiera pido.

¿Por qué en un momento decidió dedicarse exclusivamente a ayudar a pueblos indígenas como los mapuches, huarpes y wichis de Argentina?
De pronto me di cuenta que lo que nosotros estábamos haciendo con nuestros hogares, cualquier institución podía hacerlo. Mientras que donde nosotros estamos ahora no es fácil llegar. Hay que vivir debajo de un árbol y convivir con tuberculosis, lepra, desnutrición, hambre. Hay chicas de doce años que dan a luz debajo de un árbol y tenemos que asistirlas.

Hay que vivir con ellos y compartir todo. Enseñarles a lavarse la cara, a respirar casi... Me parece que es más necesario. Hemos levantado casas, escuelas, salas de primeros auxilios, centros de salud. Todo lo que construimos lo hacemos a medida que pasamos por los lugares que lo necesitan, no importa dónde.

¿Qué le diría a los gobiernos que desatienden a determinados sectores de la población?
Más que decir a los gobiernos, yo le diría a la gente que si las autoridades no actúan, por qué no lo hacemos nosotros sumándonos. Dios no va a preguntarnos "¿qué hizo el gobierno de tal o cual país", sino "¿tú qué hiciste en ese momento cuando había hambre?".

¿Cómo llega la nominación para el premio internacional "Mujer del Año"?
Es algo hermoso y me emociona saber que una de las ganadoras en años anteriores conocía mi historia y presentó mi postulación. Yo no tenía la menor idea, me avisaron hace poco. No tengo ropa de invierno para ir (risas); supongo que alguien me regalará algo.

¿Qué va a hacer con el dinero del premio?
No sé. Falta mucho por hacer. Casas, casas, casas... y comprar cosas para mis pobres.

Max Seitz
BBC Mundo, Buenos Aires

0 Comments:

Post a Comment

<< Home